HISTORIA ECONÓMICA DE LA EDAD MODERNA

Tuesday, February 13, 2007

COMENTARIO FINAL
Con motivo del fin del cuatrimestre y de la asignatura de Historia económica en la Edad Moderna finaliza este blog, el cual ha sido elaborado a lo largo de cuatro meses a partir de las clases magistrales impartidas por el Dr. David Alonso.
Gracias a las clases y a la elaboración de este blog he podido formar una opinión crítica sobre los aspectos económicos que caracterizaron la Época Moderna, y un conocimiento sobre aspectos que hasta ahora desconocía, o que pensaba que sabía pero en realidad no era así, pues al fin y al cabo como dice Montesquieu:
"Hay que estudiar mucho para saber poco"

LOS PRECIOS
Durante el siglo XVI tuvo lugar la célebre Revolución de los Precios, consistente en un proceso inflacionista. hamilton es el estudioso por antonomasia de este hecho, a pesar de las criticas que ha recibido.
Esta Revolución de los precios en 1570 experimentó un parón, reanudándose de nuevo la etapa inflacionista a partir de 1600, para finalmente en 1620 producirse la recesión de los precios.
Los factores que influtyeron en este hecho fueron:
  1. Crecimiento de la población.
  2. Llegada de metales.
  3. Aumento de la demanda.
  4. Mejora en las posibilidades de financiación y de crédito.

En lo referente a las dificultades metodológicas en el estudio de los precios hay que señalar como principales:

  1. La diferencia en los precios existentes: precios a largo plazo y precios a corto plazo.
  2. La existencia de precioslibres, precios bajos, tasas y precios de contrato.
  3. el no haber un mecanismo encargado de analizar los precios, lo que se traduce en reconstrucciones por medio de fuentes indirectas.

LA BANCA
Inicialmente las fortunas financieras estuvieron ligadas a las actividades de los comerciantes que también compraban tierras, o las arrendaba, y proporcionaban créditos agrarios con hipoteca; después se pasaría a los arrendamientos de rentas municipales y estatales, a los asientos con el estado y a los préstamos a instituciones públicas. Los seguros, la especulación y el juego eran formas en la Edad Moderna de obtener fortuna. Detrás de todas ellas, el matrimonio venía a consolidar la situación.
Especialmente en el mundo financiero, el negocio se transmitía de padres a hijos; por otra parte, era fundamental la confianza en la relación con las amistades de otros lugares.
En este momento eran cuatro las ciudades que dominaban las operaciones bancarias fundamentales, Ámsterdam, Génova, Franckfurt y Ginebra. Además, Londres y París eran los principales compradores de capitales. En Ámsterdam operaban todos los grandes financieros, de diferentes orígenes. Dominaba la presencia de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, cuyos recursos eran los más elevados hacia 1700.
Génova desarrolló su labor entre la competencia con otras plazas mediterráneas (Marsella, Livorno) y la presencia en la zona de holandeses e ingleses. Se especializaría en inversiones inmobiliarias en el exterior, en relación con las fortunas de la aristocracia de la zona. Al final del siglo se beneficiaría de la llegada de financieros emigrados de Ginebra por las quiebras de 1791-1792.
En este último lugar las finanzas habían comenzado ligadas a una pequeña industrialización para crecer después con los suministros a los ejércitos de Luis XIV. Su importancia crecería desde 1750.
Los lugares citados anteriormente se dividieron la clientela. Génova, Ginebra y Franckfurt dominaban en Italia, Francia y Alemania; en cambio Ámsterdam tuvo muchas más relaciones con el mercado colonial británico y holandés y con la deuda pública británica. Después se orientaría también a otros países como Suecia, Rusia, Francia y España.
Con las grandes casas financieras colaboraban otras de importancia nacional.
En lo refernte a los créditos a pequeños comerciantes y agricultores hay que señalar que seguían en manos de rentistas, comerciantes y de algunas instituciones eclesiásticas o municipales, que continuaron con las formas tradicionales del crédito, de gran importancia para la vida local.
Ya durante la Edad Moderna las funciones fundamentales de la banca eran el cambio, el préstamo y el depósito. Además se desarrollaron algunas funciones nuevas, propias de la complejidad financiera de la época. La actividad privada bancaria era difícil de distinguir del comercio. En Gran Bretaña ya se puede hablar de una banca especializada.
La banca pública municipal tuvo su modelo en el Banco de Ámsterdam creado en 1609. el banco exigía a los comerciantes mantener cuentas abiertas para poder realizar transacciones elevadas; así podía asegurarse un pasivo que apoyaba el valor del dinero bancario atraía los depósitos de los comerciantes más importantes.
Pero la novedad de este período fue el desarrollo de la banca estatal, ligada a las necesidades financieras de los gobiernos respectivos. El banco de Inglaterra (1694) impulsó el crédito y los préstamos al gobierno en los momentos de mayor necesidad, que eran los de guerra. Además de conseguir el privilegio de gestionar las finanzas estatales, incluidos los pagos en el exterior y las transferencias al ejército, trataban de conseguir un beneficio privado con la emisión de sus billetes de banco y los intereses de los préstamos al gobierno. Hasta 1742 no gozó del monopolio de emisión y en ésta y otras actividades sufrió una dura competencia con otras entidades que intentaron suplantarlo.
En Francia no se llegó a crear un banco nacional hasta 1800, pero desde 1776 existió una Caja de Descuento que contó con los respaldo del gobierno. La Caja descontaba letras, emitía billetes y prestaba al gobierno.
En España los Cinco Gremios Mayores de Madrid tuvieron funciones bancarias apoyadas por el estado hasta 1782, cuando se creó el Banco de San Carlos, por un consorcio de financieros. El banco prestó al estado, trató de garantizar su liquidez y emitió papel moneda, los vales reales.
Desde el siglo XVIII se extendió la costumbre de comerciar con títulos de compañías por acciones, lo mismo que antes se había jugado con otros títulos. En este siglo la bolsa generó una importante especulación, favorecida sobre todo a comienzos de siglo, por abundancia de capitales y las expectativas de ganancias rápidas. La especulación hizo que los títulos alcanzaran valores muy superiores a los beneficios empresariales que la parte de capital que representaban pudiera producir.
En Francia, John Law, banquero escocés, creó la Banque Royale (1718), con idea de allegar dinero para el gobierno a través de la emisión de billetes y con la garantía de los beneficios mercantiles de la Compañía de Occidente.
Más tarde la especulación seguió patrones más ordenados y facilitó la financiación de actividades costosas entre las cuales cabe destacar la construcción de canales en Inglaterra, que pudo financiarse gracias a una posibilidad permanente de transferir las acciones. Los seguros y los viajes de las grandes compañías intercontinentales fueron otros campos de actividad de los especuladores.

EL DESARROLLO COMERCIAL EN EL SIGLO XVIII

Hacia 1770, el comercio interior inglés había crecido mucho más que el exterior gracias al aumento del poder adquisitivo global a través del desarrollo de una clase media que era capaz de moverse, comprar y gastar cada vez más. En otros países la realidad era algo distinta, no tan evolucionada; en todo caso, siempre el comercio interno era fundamental para la economía.
En los ámbitos rurales subsistían las tradicionales ferias y mercados (semanales, mensuales o anuales). Según su importancia abarcaban ámbitos más o menos extensos, pero siempre, sobre todo en las ferias, se podían encontrar productos bastantes lejanos. Al mismo tiempo en las ciudades se fue extendiendo la tienda, al principio dominada por los mercaderes agremiados, que sólo vendían los productos de su corporación; más tarde, una tienda libre, con una especialización menor. A veces existían también lonjas especializadas, controladas por los poderes municipales.
Los niveles del comercio interior dependían de la capacidad de atracción del núcleo de población. Los polos fundamentales eran las grandes ciudades que tenían amplias relaciones comerciales con muchas regiones y con el exterior. En poblaciones más pequeñas se reducía la demanda exterior y se limitaba el área de influencia. Las importaciones y exportaciones producían flujos continuos internos entre los puertos y los lugares de consumo o producción. La ampliación de las relaciones favoreció en casi todos los países la especialización de los mercados, y se fueron fijando los itinerarios de las mercancías. Las zonas que queden aisladas tenderán a la autarquía y pronto a la despoblación por emigración.
Todo esto no quiere decir que los mercados estuvieran muy integrados. En el siglo XVIII perviven numerosas barreras aduaneras internas. Además, las vías de comunicación seguían siendo insuficientes, a pesar de los avances realizados. La consecuencia eran importantes diferencias de precios y dificultades para conseguir productos. El país que ofrecía el mercado interno libre más amplio era Inglaterra.
No obstante, los grandes beneficios y los productos solían llegar de otros países, o de otros continentes. En el siglo XVIII hubo una notable ampliación en este sentido. Con respecto al siglo XVII, variaron los protagonistas y la importancia de los mismos, como consecuencia tanto de los conflictos navales, como de la crisis económica.
En este momento Gran Bretaña se convertiría en la primera potencia mercantil. Sistemáticamente fue ganando mercados a otros países desde finales del siglo XVII: derrota de Holanda, navío de permiso en Hispanoamérica, derrota de Francia en la India. También incrementó los lazos con sus colonias y consiguió que apenas le afectara comercialmente la independencia de los Estados Unidos. Puntal de su comercio fue la compañía de las Indias Orientales, que operaba con gran libertad en Extremo Oriente.
Por el contrario Holanda perdió en el siglo XVIII la preponderancia que había tenido antes, como intermediario mercantil europeo. Desde su derrota ante Inglaterra en el último tercio del siglo XVII, pasó por momentos de recuperación y de nueva decadencia. La depresión agrícola de 1720-1750 y la agresividad comercial de franceses e ingleses, retrasó aún más su recuperación mercantil, que no obstante, se produjo, gracias, sobre todo, a conservar la venta en Europa del azúcar de sus colonias en las Antillas.
El comercio de Portugal pasó también a un lugar secundario. El tratado de Methuen con Gran Bretaña mediatizó totalmente las relaciones con sus territorios en la India y con Brasil. Las exportaciones británicas a Portugal se duplicaron entre 1703 y 1730, para decaer algo desde 1760; sin embargo, apenas se movieron los índices de las importaciones de productos portugueses.
España mantuvo un alto nivel de actividad hasta 1807. Lo realmente importante era el comercio americano, que se mantuvo bastante bien a pesar de los beneficios mercantiles concedidos desde finales del siglo XVII a Portugal, Francia y Gran Bretaña, y del tráfico directo entre las colonias y otros países europeos. Desde el segundo tercio del siglo se da una ofensiva al contrabando internacional y se produce una importante recuperación política y mercantil.
Por todo lo dicho anteriormente se deduce que la principal área de comercio era Europa. El mercantilismo existente llevaba a los países a intentar exportar sus productos manufacturados y en todo caso, alimento que potenciasen su agricultura, y a tratar de abastecerse de materias primas. Se intentaba, por otra parte, impedir la compra de manufacturas.
En general se mantienen las estructuras comerciales anteriores el norte y Báltico abastecían de pescado, madera, cereales, lino y cáñamo, hierro, pieles y alquitrán. El Mediterráneo ofrecía sus vinos, aceites, cereales y frutos secos además de lana, seda y pescados. En los países de latitud media es donde más se desarrolló la industria, cuyos géneros se exportaron en cantidad creciente. Dentro de los circuitos europeos entraron los productos coloniales. Gran Bretaña era la que tenía más potencial al dominar más rutas, y España la más defraudada, ya que no controlaba los entresijos financieros de su amplio mercado colonial.
Fuera de Europa el área más importante era América, donde cabe distinguir varias zonas. En el norte, las Trece Colonias comerciaban sólo con Gran Bretaña hasta su independencia, aunque solían hacerlo por intermedio de las colonias las Antillas, donde se encontraban con los comerciantes ingleses. Así se producía una especialización geográfica dentro del imperio británico. Las Trece Colonias vendían, sobre todo, productos alimenticios agrícolas y ganaderos (harina, arroz, carne y pescado), madera, tabaco, hierro y algodón. Las Antillas ofrecían, además de ron, los géneros de plantación (café, cacao, azúcar y tabaco), cuya producción varió en intensidad según épocas e islas. Los británicos llevaban a estas colonias sus manufacturas y los esclavos comprados en África, lamentablemente un tráfico beneficios y en aumento en este siglo.
Las Antillas eran también la base del negocio colonial de Francia y de Holanda. El esquema era el mismo. La principal antilla francesa, Santo Domingo, se especializaba en azúcar, café, ron e índigo.
La tercera área americana era la ibérica. Gran Bretaña se benefició del comercio con Brasil, de su producción de metales preciosos y de azúcar, cuya importancia descendería a favor de la antillana. La producción de las colonias españolas fue abundante y variada. Los productos eran los coloniales alimenticios que se acaban de cita, numerosos tintes, perlas, cuero, tabaco y por supuesto, los metales preciosos.
La importancia de América en este siglo es fundamental para las metrópolis occidentales que centraron allí su comercio colonial. Desde luego, la vida en estos países habría sido muy diferente sin el desarrollo de las costumbres ligadas al consumo de café, chocolate, azúcar o tabaco; sin los tintes para sus industrias, sin el desarrollo impuesto por las necesidades de la navegación y desde luego, sin los metales preciosos, o sin la fortuna de los comerciantes ligados al mercado americano.
De hecho, ni siquiera en Gran Bretaña el comercio asiático llegó a acercarse al americano.
El papel que el comercio exterior jugó en el crecimiento económico europeo y en concreto en la Revolución Industrial británica, fue enorme. En primer lugar fue fundamental para el desarrollo de la industria en cuanto que ofreció salida a un porcentaje importante de sus productos. La orientación exterior de algunas industrias influyó en su localización. El comercio exterior fue fundamental proveedor de materias primas, como algodón y tintes y favoreció el desarrollo de industrias de transformación de productos coloniales (azúcar, tabaco, chocolate). En muchos países el comercio exterior fue también motor de la expansión agraria.
Desde el punto de vista financiero el comercio exterior contribuyó a la capitalización. La abundancia de metales preciosos incidió directamente en el desarrollo de las técnicas de los negocios y del crédito. En cuanto a la transformación social, el comercio exterior elevó el nivel de empleo y de renta, favoreció así pues el crecimiento de la demanda, y produjo nuevos tipos sociales, con posibilidades de enriquecimiento. Igualmente, el comercio impulsó las técnicas de navegación y la infraestructura portuaria, y benefició a los gobiernos a través de los ingresos aduaneros, que en todas partes estaban entre los más importantes.

ÁREA DEL ATLÁNTICO

En el área del Atlántico hay que distinguir dos tipos de comercio:

1. De largo recorrido, transoceánico, donde entran en candelero Europa, Asia y América.

2. De corto recorrido, de cabotaje. Fue una navegación importante y de consideración. Por esta navegación de cabotaje, que discurre cercana a la costa, discurría cereal y lana. Estos productos junto con sal, vinagre y vino constituían el bloque principal. Este tipo de comercio se hacía mediante grandes barcazas preparadas, para remontar el curso de los ríos en muchas ocasiones.
Un producto fundamental era la sal, cuyos mayores productores eran Francia y España, y gran parte de su producción se dirigía al norte de Europa y se destinaba al área Báltica que llegaba mediante la navegación de cabotaje.
El vino va a tener cada vez más importancia en la navegación de cabotaje. Los vinos eran de Jerez, Madeira y Burdeos, y los consumidores más importantes se encontraban en Países Bajos, Gran Bretaña e incluso el Báltico.
Por otro lado, los principales comerciantes de esta navegación de cabotaje son las ciudades de La Hansa y Portugal.
Y en la segunda mitad del siglo, son los holandeses los que toman la delantera hasta que a finales del siglo XVII, los ingleses se ponen a la cabeza.
El escenario atlántico va a ser muy importante en cuanto a comercio transoceánico. Este comercio de largo recorrido lo podemos dividir así mismo en dos zonas: Por un lado el comercio con el Extremo Oriente y por otro con América.
En el caso del comercio con el Extremo Oriente comienzan los italianos y poco a poco se van sumando a este comercio franceses, ingleses y alemanes. En la Edad Media, se inauguran con Marco Polo, los contactos comerciales entre Europa y Asia, y se empieza a conocer el espacio oriental. El problema que surge es la expansión turca a finales de la Edad Media. Con el deseo de encontrar otra forma de contacto con América, surge el intento de llegar a Asia bordeando África.
Se descubre el oro africano y desde mediados del siglo XV, tanto el oro de Guinea como Bohemia hinchaban los stocks monetarios.
También por esta época, Castilla controlaba el Atlántico, pues el objetivo de los castellanos era asegurar las rutas con las Canarias y la pesca y producción de la orchilla (tinte muy importante para los textiles, y contar con este producto era muy vital). Es un derecho que el rey enmienda, después de los castellanos con la orchilla, están los italianos, como por ejemplo la familia Vivaldi.
A pesar de la presencia de Castilla en el Atlántico la primera ruta en este océano de viaje a Asia era de Portugal, para después el escenario ser dominado por otros países.
La intervención de Portugal trajo una ampliación impresionante del espacio comercial.
De Oriente llegaban productos de lujo en muchas ocasiones: porcelanas, algunos vestidos de seda y sobre todo, especias (pimienta). La pimienta a partir del siglo XVII comenzará a ser cotidiana en Europa. La pimienta permite la conservación de los alimentos. Tanto en China como en Japón no se querían productos europeos, sino que se requería plata y así se estableció un comercio deficitorio para Europa: plata a cambio de pimienta, porcelana y tejidos orientales. También existe una relación del comercio oriental con un aspecto religioso de evangelización; las órdenes religiosas obtienen productos. Las misiones constituían una manera de organizar el territorio.
Además, habrá productos de origen americano, como es el caso del y del café, que empezarán a ser consumidos por los europeos de forma habitual, constituyendo así América uno de los pilares fundamentales del comercio a larga distancia. Éste hecho se debe a la relación de monopolio entre América y Europa, la cual es la típica relación entre la Corona y la Metrópoli. Dicha relación se materializará en la exportación de materias primas de la colonia, importando productos manufacturados procedentes de Europa.
En América van a convivir dos tipos de explotación territorial: minería como es el caso de Perú y México, y posteriormente la agricultura que se dará en Nueva Granada.
Aunque bien es cierto, que detrás de la empresa americana se encuentra la empresa privada, cuyo principal objetivo era el del beneficio, y ésta se encontraba respaldada por la monarquía. Es decir, existían intereses mutuos entre particulares y monarquía, lo que favorecerá una explotación económica, como por ejemplo con Colón, Pizarro y Hernán Cortés. Así pues, esto será lo que explique el monopolio.
En el caso español se va a dar un monopolio singular, ya que van a aparecer organismos encargados única y exclusivamente de su desarrollo, como es el caso de la Casa de Contratación de Sevilla y el Consulado de Indias.
Desde América llegaban a Europa productos como el oro, plata, madera, tabaco, algodón y pieles. A partir del siglo XVII la melaza también será objeto de comercio ya que era empleada en la elaboración del ron. A cambio, desde Europa se exportaba paños, vinos y productos elaborados.
Durante el siglo XVI, con el oro procedente de las minas americanas, en España se acuñaba la moneda, la cual era llevada de nuevo a América, lo que provocará una desigualdad en la moneda entre España y América, pues en el Nuevo Mundo la misma moneda tenía más valor que en Europa. Todo ello provocará unos intereses y una especulación.
En el caso del comercio portugués se dará un sistema de explotación por medio de factorías. Este sistema se dio en el caso de Brasil.

Monday, February 12, 2007

ÁREA DEL BÁLTICO
Está demostrado que en el siglo XVII y puede ser que antes, el área comercial báltica, fue muy importante. De éste área salían productos básicos como el cereal, el cobre o los salazones, especialmente arenques. Además era una zona donde los europeos podían vender sus productos manufacturados.
Las potencias que podían comerciar aquí son Francia, Dinamarca y Holanda, con predominio de éste último. Un área fundamental eran los pasos del Sund, controlados por Suecia en el siglo XVII. En el siglo XVII ya se tenía conciencia de la guerra económica. Los suecos van a cobrar aranceles importantes a todos los barcos, y va a ser una fuente importante de impuestos. De esta forma, las otras naciones intentaron firmar acuerdos comerciales con Suecia a fin de que estos aranceles se redujeran.
Esta fue así hasta países lejanos como España, que enviaron vino al ámbito del Báltico.

Rutas del área

  1. Existía un área terrestre, la cual llegaba desde Alemania y a través de ella, se comerciaba con cereales, sal, pescado, lana, pieles o madera. También discurría el oro sueco y el cobre.
  2. La Hansa: federación de una serie de ciudades del norte de Alemania y de comunidades de comerciantes alemanes residentes en los Países Bajos, Inglaterra y en la zona del mar Báltico. Fue creada en 1158 como una agrupación de los comerciantes de Alemania del norte, con el fin de proteger y fomentar los mutuos intereses comerciales. En su máximo momento de influencia, la Liga constituyó una gran potencia política en Europa. Su desarrollo fue consecuencia de las peculiares circunstancias de la Europa Medieval, entre las cuales se cuentan el gradual surgimiento de ciudades libres y de gremios mercantiles, la desintegración de una autoridad central dentro de Alemania, la expansión de la colonización, influencia y comercio de los mercaderes alemanes al este del río Elba, el estímulo de las relaciones comerciales del norte de Alemania con Inglaterra y con los puertos continentales ingleses del canal de la Mancha, y el predominio de piratas y salteadores de caminos a lo largo de las principales rutas comerciales. A inicios del siglo XIII los mercaderes alemanes que se habían asentado en la isla de Gotland, en el mar Báltico, constituyeron una asociación mercantil formada por Colonia y otras veintinueve ciudades. Esta asociación obtuvo importantes privilegios comerciales en el extranjero, especialmente en Inglaterra, Flandes y Rusia. En 1241, en pleno apogeo de la asociación de Gotland, la ciudad de Lübeck, un centro mercantil rival, firmó un tratado con Hamburgo por el que se estipulaba el control común de la ruta entre el mar Báltico y el mar Negro. Esta alianza, reforzada algunos años más tarde por otro acuerdo, proporcionó a sus firmantes una posición poderosa en la actividad comercial por el noroeste de Europa. Estos acuerdos fueron causa de que la zona de influencia de la asociación de Gotland disminuyera de forma gradual. La unión Lübeck-Hamburgo quedó inmensamente robustecida en 1252, cuando esta asociación logró firmar unos tratados comerciales altamente ventajosos con Flandes. De este modo, Brujas, la principal ciudad de Flandes y floreciente centro mercantil de Europa, figura de forma muy destacada en el desarrollo de la Liga Hanseática. Rostock y Wismar también concluyeron una alianza con Lübeck en 1259 para realizar acciones comunes contra los bandidos y piratas. Más tarde, en menos de una década, los mercaderes de Lübeck y Hamburgo consiguieron el derecho de establecer organizaciones mercantiles en Londres, ciudad en la que los mercaderes de Colonia habían disfrutado, con anterioridad, de un régimen de monopolio. Hacia la misma época, los intereses comerciales de Lübeck y Hamburgo lograron el control pleno o parcial del comercio entre Alemania y las ciudades costeras de Inglaterra oriental. Atraídas por la creciente influencia y prosperidad de la unión Lübeck-Hamburgo, otras ciudades del norte de Alemania, en especial Bremen y Danzig (la actual Gdańsk, en Polonia) se afiliaron a la asociación. Otras ligas mercantiles de ciudades alemanas, agrupadas en torno a bases regionales, poco a poco fueron aceptando la hegemonía de Lübeck y sus aliados. Una de estas ligas agrupaba varias ciudades de Westfalia, de la zona del Rin y de los Países Bajos, en tanto que otra estaba formada por los centros mercantiles del ducado de Sajonia y la marca de Brandeburgo, y una tercera la constituían ciudades prusianas, lituanas y estonias. La federación, denominada oficialmente como Hansa en 1343, pronto incluyó a más de 85 ciudades. La primera gran acción política de la Liga Hanseática tuvo lugar en 1362, al declarar la guerra a Dinamarca como represalia por la ocupación de Visby, en la isla de Gotland. La posterior victoria sobre Dinamarca, que fue forzada en 1370 a pagar indemnizaciones, a ceder territorios estratégicos y a otras concesiones, incrementó progresivamente el poder y el prestigio de la Liga. Muy poco después, el rey Ricardo II de Inglaterra confirmó los tratados comerciales preferentes que su gobierno había establecido con las ciudades hanseáticas. El siglo siguiente fue un periodo de gran prosperidad para la Liga. Se crearon nuevos centros mercantiles y de civilización en la Europa del norte. Se produjo una integración del comercio de la región, se desarrollaron la agricultura y las técnicas industriales, se perfeccionó un sistema de pesos y medidas y se construyeron canales y carreteras. Intimidados por el poderío naval de la Liga, muchos monarcas europeos buscaron alianzas con esta organización. La Liga era gobernada de forma democrática por una Dieta, denominada Hansetag, compuesta por delegados de las ciudades miembros, pero en ningún momento logró crear una estructura de gobierno centralizada. Esta circunstancia contribuyó, con el paso del tiempo, a su colapso. El proceso de desintegración, iniciado a fines del siglo XV, se aceleró por otra serie de circunstancias, básicamente el nacimiento y consolidación de estados soberanos en otras partes de Europa, el descubrimiento de América y de una nueva ruta a la India, y el desarrollo del poderío marítimo holandés e inglés. La creciente fricción entre la Liga e Inglaterra culminó en 1589 con la captura de 61 navíos hanseáticos por los ingleses. El estallido de la guerra de los Treinta Años en 1618 fue otro severo golpe a la tambaleante situación de la organización. Hacia 1630, la Liga estaba formada sólo por las ciudades de Lübeck, Bremen y Hamburgo. Esta unión atenuada pervivió 39 años, durante los cuales las tres ciudades conservaron una independencia política nominal y la denominación tradicional de ciudades hanseáticas, hasta que esos privilegios fueron revocados en 1934 por el gobierno nacionalsocialista de Adolf Hitler.
  3. También hay una ruta marítima, utilizada para traer cereal y ganado vivo del Báltico, que a su vez se utilizaba para la pesa, no sólo en esta zona, sino que también otras zonas como Irlanda, dedicada también a ésto, y los productos llegaban hasta España que consumía pescado de caladeros de Irlanda desde principios del siglo XVI.
    La importancia y recuperación de la pesca hará que todos los tratados internacionales los mencionen.
    La pesca en Suecia era muy importante por dos motivos:
    -Da mucho trabajo a mucha gente.
    -Servía para formar tripulaciones de guerra.
    Esto va a posibilitar que Suecia en el siglo XVII vaya tomando fuerza en este escenario y llegará un momento en que intente arrebatar el predominio naval a los holandeses. Pero no lo consiguen, el relevo holandés lo tomó Inglaterra en el siglo XVIII. Así por ejemplo, el primer barco que llegó a San Petesburgo a principios del siglo XVIII fue inglés.

Sunday, February 11, 2007

LA EVOLUCIÓN DE LOS TRANSPORTES TERRESTRE Y MARÍTIMO DURANTE LOS SIGLOS XVI Y XVII
En los siglos XVI y XVII, la red de comunicaciones era muy pobre y los medios de transportes muy rudimentarios. Los caminos y carreteras constituían el sistema de comunicaciones por excelencia, aunque resultaba muy costoso mantenerlos en buenas condiciones. Tan sólo los caminos reales se conservaban en buen estado. En cambio, los caminos vecinales estaban en malas condiciones y el tránsito se hacía en ocasiones muy dificultoso por la abundancia de baches, piedras, charcos, etc.
Los vehículos más utilizados eran el carro y la diligencia, movidos por animales de tiro (caballos, mulos…). La velocidad era muy baja, ya que los vehículos más rápidos y ligeros solo alcanzaban 15 ó 20 Km/h. en consecuencia, los desplazamientos se hacían largos y costosos. Así por ejemplo, el trayecto París-Toulouse en diligencia duraba ocho días y costaba más de 2.000 horas de trabajo de un jornalero.
El segundo gran medio de transporte era la navegación marítima y fluvial. La primera utilizaba esencialmente la fuerza del viento como método de tracción, y su capacidad de carga era bastante limitada (100 t.). Además, el desplazamiento era lento: se tardaba dos meses, en condiciones favorables, para ir de Inglaterra a Estados Unidos. La navegación fluvial constituía el medio de transporte más fácil y barato, pero necesitaba buenas condiciones hidrográficas, de las que no gozaban todos los países. En este sentido, Gran Bretaña poseía una red fluvial privilegiada que, con la construcción de canales de comunicación entre los principales ríos, dio origen a una importante red de navegación.

EL COMERCIO EN LA EDAD MODERNA
Introducción
El comercio en la Edad Moderna se caracterizaba por los escasos excedentes, el bajo nivel de especialización y un sistema de transportes insuficiente que daban como resultado un limitado desarrollo del comercio interior. Los intercambios se realizaban en las ferias y el comercio interior solía tener sólo un alcance local o comarcal, aunque existían también, desde la antigüedad, las grandes ferias periódicas, adonde acudía gente muy lejos para vender u comprar.
Ahora bien, el aislamiento comercial característico del periodo preindustrial se rompió con el comercio colonial. A partir del siglo XVI se hizo mucho más frecuente el comercio entre territorios separados por el mar que entre regiones más próximas por tierra. Se abrieron nuevas rutas marítimas y el comercio colonial se convirtió en un factor de estímulo para las economías europeas. El comercio colonial proporcionaba materias primas para las industrias lo que permitía vender objetos manufacturados y daba grandes beneficios a sus ejecutores.
Paralelamente a esta expansión comercial, se produjo un gran crecimiento del mundo de las finanzas. La necesidad de capitales para financias las expediciones comerciales favoreció la ampliación de los mecanismos de crédito, de las compañías de comercio y de las instituciones financieras.
Los beneficios obtenidos con el comercio colonial eran muy altos y esta rentabilidad favoreció la proliferación de mercaderes, banqueros y prestamistas, así como un mayor desarrollo de los bancos y de las compañías comerciales. El gran movimiento y la acumulación de capitales que se produjeron alrededor del comercio colonial justifica que muchos autores caractericen este periodo preindustrial como el del capitalismo comercial.
Las monarquías absolutas de los siglos XVII y XVIII propiciaron, mediante políticas mercantilistas, la protección de las grandes manufacturas, de las compañías comerciales y del comercio colonial. A través de prácticas intervencionistas, subvencionaron grandes manufacturas reales, concedieron concesiones comerciales y protegieron las flotas mercantes. Los monarcas se mostraban convencidos de que la riqueza de un país dependía de la cantidad de metales preciosos de que se disponía y que, por lo tanto, se debía ejercer una política encaminada a favorecer la exportación y a frenas la importación, para conseguir, así, acumular la mayor cantidad de oro y plata posible.